7 jul 2010

Tres cartesianos y una juglar

Habla Hermana Mayor.
Como suele pasarle a muchos miembros de la especie humana, a mí me llegó un día el momento de sentar la cabeza y encontrar pareja. No estaba dispuesta a ponérselo fácil a ningún candidato y pensé hacerme con un arco más bien recio con el que los sufridos postulantes pudieran mostrar sus habilidades. Por desgracia, resulta que hacerse con un arco para una estudiante se va ligeramente de presupuesto, por lo que me decidí a preparar un cuestionario tipo selectividaddeañoduro con el que machacar al desafortunado valiente en cuestión. ¿Que me invitas a una cerveza dices?, a ver si eres capaz de decirme antes qué es un palíndromo, quién es Marvin Harris o de qué color llevaba los calzoncillos Hernando Colón. ¿Que no sabes?, pues nada, a los cocodrilos, que no estoy yo para perder tiempo. Y caían, pobrecitos, como moscas vencidas bajo el peso de las Humanidades. Y mientras el reloj biológico haciendo tic-tac, tic-tac. Y la madre de una poniéndole velas a San Antonio. Y una en sus trece, resistiendo el huracán y decidida a luchar hasta el final por sus principios.

Y así las cosas apareció Él. A la primera me di cuenta de que tenía unos brazos capaces de cargarse el arco de un pampli (que una será listilla pero no panoli, y que no sólo de metáforas vive la mujer), y de que era guapo, y alto, pero también de que tenía una pinta de llevar la carpeta llena de fórmulas y teoremas que ya de lejos daba susto. De ciencias, fijo, a éste me lo meriendo yo de un bocaíto. Eh, tú, el guapito, ¿te dice algo "metonimia"? Touché, pensaba yo mientras me iba a saborear las mieles de la victoria. El todo por la parte, o la parte por el todo, oí a mis espaldas, ¿y tú podrías decirme por qué no se caen los techos?. En tol bebe. Donde dice "touché", debe decir "touchée". El que sí que sabe de arcos es el Cupido ése. Y con solo un disparito, oyes. Me lanzó un vector (que ese día me enteré de que se llamaban así, y de por qué no se caían los techos, y los aviones mismos, y lo que tú me cuentes guapo) y hasta la presente.

Hace ocho años y pico servidora hizo su primera incursión al paritorio. Borracha de hormonas y de sabe Dios qué más, mientras cumplía con la Naturaleza en 10 minutos, henchida de ternura y amor materno al mirar aquel hatillo de su propio ADN, alcanzó a decirle al del arco (entre otras muchas linduras, propias de la situación): "será poeta". Poeta, sí, y su madre profeta, que estaba escrito. Antes de andar y hablar el angelito hacía raíces cuadradas. Dos a uno en casa. Y aunque la liga cartesiana tomaba fuerza, yo no me decidía a aceptar la derrota hasta aquel día terrible en que al Ratón Pérez se le ocurrió cambiar el primer diente caído de nuestro hijo por una cometa. Que también son ideas las del ratoncito. Mamá, dime la verdad, ¿a que tú eres el ratón ése?... ¿Por qué dices una cosa así precioso? El ratoncito Pérez viene haciendo lo mismo desde el principio de los tiempos y... Mamá, piensa un poco. Primero: por dónde ha entrado ese ratón. Segundo: cómo ha hecho para traer una cometa mucho más grande que él. Y tercero: para qué quiere ese tipo un montón de dientes caídos a los niños... Llegados a este punto se admiten sugerencias. Ni Verne hubiera sido capaz de meter un poco de fantasía en ese cráneo.

Karma y Dharma, pensé yo hace poco más de tres años en mi segunda visita al paritorio. Esta vez con la boca bien cerradita, para no poner a los Hados en mi contra. La Madre Dea me regala ahora una hija a mi medida, o a mi imagen y semejanza, o pa mí solita, para que la gane para la causa perdida de las letras de mi hogar. Me ocuparé de meter, debajo de esa complicada red de lazos y horquillitas que lleva mi princesa en su cabeza, todo tipo de fantasías y despropósitos, para hacer de ella una Lord Byron del siglo XXI, una abanderada de la palabra capaz de bañarse en los versos más hermosos, como una Popea letrada y contemporánea. Y así la llamé, que su nombre no significa otra cosa que "la Sabihondilla" (o Sabiondilla, a elegir). Y yo tan feliz, y convencida, abonando esa cabeza con cualquier disparate quijotesco que se me ocurriera, manteniendo a la hermosa Durmiente lejos del huso y del uso de las Matemáticas. Esto así hasta que el domingo pasado, jugando en la calle con una amiga del alma de ésas que se acaban de conocer y que era un par de años mayor que ella, se me acercó y me dijo: "mamá, el año que viene yo tendré un año menos del que mi amiga tiene ahora".

Bandera blanca. Tal vez en septiembre me matricule en Física.



2 comentarios:

  1. jajajaj estos niños... Nosotras hacemos "el" trabajo y ellos salen a papá... qué vida tan injusta!
    Nada, tú déjales la física a ellos, y sigue escribiendo! Un beso!

    Judit

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  2. Habla Hermana Mayor. Y si encima vieras la cara de su padre y su abuelita paterna que tienen te tirabas del pelo, pero tienes razón, la vida es injusta. Lo que no me quedan ganas es de intentarlo a la tercera. Otro beso para ti.

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